Sofia Coppola nunca llegó a leer la famosa biografía de Stephen
Zweig sobre la reina francesa debido a que este era demasiado duro con ella. En
su lugar, Coppola basó su película en la biografía más intimista de Antonia
Fraser.
Así, la película nos muestra una reina más humana, embutida
en las intrigas palaciegas y las cambiantes emociones de una adolescente. La
reina vive aislada de la realidad, como cualquier persona de su edad, y la
película, de igual forma, sigue estos pasos eliminando todo rastro de evento
histórico reseñable.
De este planteamiento se nutre la puesta en escena de la
película: colores jóvenes alejados de la gris mentalidad de palacio y tonos pastel
empalagan cada uno de los fotogramas. También la música es joven: Air, The
Strokes, The Cure o Siouxsie and the Banshees son algunos de los grupos que
suenan en palacio, moderneces que desentonan de los clásicos como Vivaldi (que
también se dejan oír).
Finalmente, entre tanto anacronismo, es normal que haya
pequeños gazapos escondidos entre los fotogramas de la película, como unas
zapatillas Converse entre la ropa de la reina.
La imagen seleccionada arriba es un resumen, entre
bastidores, de lo que en la película podemos ver: una anécdota anacrónica.
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