jueves, 30 de diciembre de 2010

10 Reseñas (Diciembre 2010)

EL EXTRAÑO (Orson Welles, 1946)

Orson Welles tuvo que recuperar su credibilidad como director con esta pequeña y desconocida producción del cine negro. Su libertad de acción fue recortada a fotografía y planos, los cuales aprovecha hasta el último aliento del film, en un macabro juego de luces y sombras que hacen honor a todo lo que al cineasta le fue privado.

El extraño es, en resumidas palabras, una historia de persecuciones y de fantasmas del pasado, mitos europeos en América y sospecha hitchcockiana que bien podría recordar a “La sombra de una duda”

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I KILLED MY MOTHER (Xavier Dolan-Tadros, 2009)

La película, escrita, dirigida y protagonizada por un canadiense de 19 años, narra el odio que va desarrollando un joven muchacho hacia su madre. Estampa juvenil y fresca de un tema actual. Los planos, la fotografía, el montaje… todo resulta atractivo, pero falta madurez.

El film llegó, merecidamente, a los oscar seleccionada como mejor película de habla no inglesa, aunque se quedó en el camino. El muchacho es bueno, pero Campanella lo fue más (al menos ese año)

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UNDERGROUND (Emir Kusturica, 1995)

Esta película de Emir Kusturica que ganó la palma de oro en Cannes en 1996 viene a ser un claro ejemplo de que hay películas que siguen traspasando la concepción del propio cine actualmente.

En Underground los personajes son sucios y juegan unos con otros para conseguir sus propios fines: en el centro, un hombre esconde a otro en su sótano junto con un grupo de fabricantes de armas durante casi dos décadas, engañándolos con que la II Guerra Mundial aún continúa y así poder quedarse con la chica que ambos aman.

Una muestra desoladora del mundo real e imaginado.

****1/2

THE FALL EL SUEÑO DE ALEXANDRIA (Tarsem Singh, 2006)

Lo primero que llama la atención de esta película es su sobresaliente estética. La historia pretende emular una especie de Las Mil y Una Noches reducidísima y mucho más simple.

Lo que podría ser un exótico cuento indio, no pasa de ser un intento de producción americana de mucho presupuesto, bellísima estética, buenas ideas pero blando contenido. Tiene madera... pero no prende

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LA GRAN FAMILIA (Fernando Palacios, 1962)

Fue declarada de interés nacional al igual que otros grandes clásicos españoles de la época como “Surcos” (1951).

Esta película parece adaptada de un cómic por diversos motivos. En particular, lo caricaturesco de sus personajes, descritos en los créditos con apodos como “los melgos” “el padrino” o “la enamorada” y que se enmarcan en un ambiente de clichés que se van sucediendo por medio de gags.

Pese a que la película narra todo un año de vivencias de esta numerosa familia, parece haber habido una extraña complicidad nacional por encasillar a la cinta de Palacios dentro de un ambiente navideño, como ocurre también con la película de Frank Capra de 1942 ¡Qué bello es vivir!

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EL MALVADO ZAROFF (Ernest B. Schoedsack , Irving Pichel, 1932)

Ese gusto por lo salvaje, por el contacto del ser humano con terrenos que ahondan en lo que nadie puede controlar (la naturaleza y la mente humana), eran temas que el director Ernest B. Schoedsack volvería a tocar un año más tarde en King Kong, haciendo gala de modernos (para la época) efectos especiales.

Pero en El malvado Zaroff ya se encuentran estos atributos en una historia que mucho tiene que ver con la del mencionado King Kong: el “ser humano” en un mundo extraño donde es presa de un temible enemigo superior.

Fuelle falta pese a las deslumbrantes imágenes, la trepidante trama y el inteligente guión.

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DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS (Spike Jonze, 2009)

Bizarra y oscura adaptación del cuento de Maurice Sendak que quizás pretenda crear un nuevo mundo como en su día lo hizo Pesadilla antes de Navidad: un mundo alejado pero cercano a los niños, compuesto de paisajes desoladores donde habitan unos seres que los niños idolatran y temen a partes iguales.

La película, que se torna algo redundante a medida que avanza, está perfectamente coreografiada por la música de Karen O, cantante y líder del grupo neoyorkino Yeah Yeah Yeahs.

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LOS GIRASOLES (Vittorio de Sica, 1970)

Una de las películas más desoladoras de Vittorio de Sica. Narra la historia de Giovanna, una mujer que ve marchar a su marido a luchar en la Segunda Guerra Mundial pocos días después de casarse. Sin saber si está vivo o muerto, deja su casa para iniciar una infatigable y desesperada búsqueda

La psicología de los personajes evoca al Hitchcock de “Vertigo”. La música y ritmo de la película se entrecruzan en un océano de compasión y pérdida. Bella, de principio a fin.

***1/2

EL PRADO (Jim Sheridan, 1990)

El prado, en su sentido más próximo al mensaje de la propia película, podría denotar en cierto modo un Fitzcarraldo irlandés que lucha en contra de lo que no tiene vuelta de página, solo que este particular Fitzcarraldo no lucha en contra de la naturaleza, sino del género humano.

No obstante, la naturaleza tiene un peso importantísimo en este film que bien podría clasificarse de naturista por sus convicciones tradicionales y de valor hacia dichos bienes.

En el film de Sherridan, un viejo irlandés lucha sin descanso por un valle el cual ha trabajado toda su vida para convertirlo en un lugar especial.

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MEMENTO (Christopher Nolan, 2000)

Memento juega con los elementos básicos de cualquier thriller americano pero configurados bajo el punto de vista subjetivo del protagonista: un policía que sufre una extraña enfermedad amnésica que dificulta tanto su vida privada como su vida profesional, que se confunden en el film. Así, la composición del montaje representa toda la carga de interés de Memento y uno de los elementos más repetidos en la filmografía de Nolan. La película comienza desde cero cada diez minutos que va avanzando, y lo hace precisamente retrocediendo atrás en el tiempo desde unos inolvidables créditos (precisamente el final argumentativo de la película).

***1/2

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Mis joyas del Cine Mudo (I): El Nacimiento de una Nación

Que haya escogido la película de D.W. Griffith de 1914 como la primera muestra de esta serie de entradas (que, esperemos, sea larga y completa) no es una casualidad.

El Nacimiento de una Nación ha sido descrita en muchas ocasiones como el nacimiento del lenguaje cinematográfico. Pese a que mucho de dicho lenguaje fue ya utilizado con anterioridad, especialmente por el cine italiano, fue Griffith el que lo reunió e hizo de él su propio sello. Creador de tópicos como "el rescate en el último momento", llevado a la gloria y crucificado posteriormente tras una dura pasión.

El Nacimiento de una Nación también figura entre las grandes películas polémicas de la historia del cine, lo cual acredita y concede más valor a lo que hablábamos en el párrafo anterior: ¡Cuánto deberá esta obra al cine que ha sido recordada y ensalzada pese a sostener una tesis tan, tan cuestionable!

martes, 23 de noviembre de 2010

György Pálfi: demencia húngara

Me resulta muy difícil seguir publicando en el blog sin hacer auque sea la más nimia referencia al cine húngaro contemporáneo como uno de los más escatológicos e interesantes del panorama europeo actual. Entre los directores más influyentes encontramos a György Pálfi, cuya reducida filmografía vamos hoy a analizar, y al consagrado Béla Tarr (Sátántangó, Armonías de Werckmeinster), entre otros muchos que han llevado al cine húngaro hasta umbrales que el cine francés nunca se atrevió a traspasar.


Sea como sea, cine que no deja indiferente a nadie.



PRIMERA PARADA: HUKKLE (HIPO) (2003) VIDA, MUERTE E HIPO


Las mejores películas son las que más hablan con imágenes y menos palabras.

Esta es una de ellas. El contenido de la cinta es una especie de sinfonía muda inclasificable que desvela, como hizo en su día el David Lynch de Twin Peaks, los secretos más oscuros de un idílico y bucólico pueblo húngaro. Todo esto envuelto con humor negro en papel de documental (hay quien ha descrito la película como "una novela de Agatha Christie a lo documental de National Geographic"). Pero lo realmente destacable es la sutileza: muestra poco de dichos secretos, pero los sabe mostrar en el momento y, sobre todo, en el lugar preciso para que se nos pongan los pelos como escarpias. El mérito: del montaje.

Ningún ser vivo está a salvo en este pueblo: ni los vecinos ni los animales, que también parecen estar compinchados en esta demencia rural. Y hasta las plantas juegan su papel en la obra.

Y, mientras tanto, el hipo va marcando el ritmo del film...

SEGUNDA PARADA: TAXIDERMIA (2006) GUERRA, GULA Y ARTE

Los valores en taxidermia son los adecuados. No obstante el modo de exposición de los mismos resulta tan poco ortodoxo que resulta difícil convencer a alguien (desde un punto de vista moral) para ir al cine a verla. Y pese a todo, la película supura en poesía por todos sus poros. Las imágenes y la fotografía atraen y repulsan a partes iguales.

El film enhebra la historia de tres generaciones diferentes de una familia establecida en Europa del este desde la segunda guerra mundial (el abuelo) hasta la caída del comunismo y el ascenso del capitalismo bien reflejado, por otra parte, en la historia del nieto. Entre medias, el padre pretende dar una imagen de “deportista de élite” si comer hasta reventar se puede considerar “deporte”.
La excelente toma circular o cíclica de la fanega que es utilizada por las tres generaciones para tareas muy distintas ofrece una crucial ayuda en el entendimiento del film y sus valores, así como la escena de la compra que el hijo realiza en el supermercado.

Finalmente, el estilo desarrollado por Pálfi en sus películas se circunscribe a la perfección en la escena cinematográfica europea que corresponde a los mundos bellos y bizarros. Mundos que fueron, por otra parte, construidos artesanalmente como en antaño hicieron los pioneros Méliès o Segundo de Chomón por otros más actuales como los checos Jan Svankmajer y Karel Zeman o el ya mencionado director húngaro Béla Tarr.

Un puente visceral entre la tradición y la cultura subversiva.

domingo, 31 de octubre de 2010

Espectros del cine: Una retrospectiva en las sombras

Hoy les propongo una reflexión cinematográfica sobre la vida y la muerte, lo real y lo irreal, la luz y las sombras... y la cámara como testigo.


PRIMERAS SOMBRAS

Estamos a principios de los años treinta. El cine sonoro ha pasado una primera prueba y los directores han encontrado en el sonido un elemento nuevo de experimentación e ingeniería dentro del cine. El director sueco-danés Carl Theodor Dreyer venía de filmar La pasión de Juana de Arco, un ejercicio vanguardista sobre el espacio cinematográfico que, con el tiempo, le valió a su actriz principal, Renée Jeanne Falconetti, la fama de mejor representación femenina de la historia del cine.

Ahora las salas de proyección cambiaban, se adaptaban para el sonido; muchos actores de cine eran despedidos, pues quedaron desfasados ante la llegada de dicho fenómeno y eran sustituidos, a su vez, por estrellas del teatro. El cantor de jazz había dado su primera vuelta al mundo en poco más de ochenta minutos y el público pedía más. El cine había vuelto a nacer.


En este contexto de innovación y experimentación surgió "Vampyr", la primera y última película de terror fantástico del mencionado director danés.


Al igual que hubiese hecho un año atrás Dziga Vertov (El hombre de la cámara) para su primer proyecto sonoro Entuziazm: Simfoniya Donbassa, la experimentación con la imagen se mezcla en Vampyr con la experimentación con el sonido, o más bien reflejándose en esta, produciéndose así una experiencia sensorial única que, como consecuencia, quitó un sustancial protagonismo al argumento llegando a sustituir, incluso, personajes por cámaras.

En Vampyr la cámara es un personaje más que es testigo de los sucesos que ocurren en los espectrales escenarios del film. ¿Pero cómo sabemos nosotros esto? ¿Cómo podemos ver el rostro de ese ojo que es la cámara? La respuesta la encontramos en el modo en que el argumento es expuesto. Pero comencemos desde el principio...

Vampyr narra una historia de terror y fantasía, de brujas y vampiros, crímenes desde ultratumba y la eterna lucha entre el bien y el mal. Los personajes, engarzados todos por el protagonista, Allan Gray, no son más que fichas de ajedrez de un tablero donde lo que en realidad importa, lo que en realidad trasciende más allá del argumento, es el mágico y espectral juego de luces y sombras, esto es: los planos, el encuadre, los decorados naturales y la iluminación.

La película de Dreyer está basada en un relato de Sheridan Le Fanu (Camilla), precedente literario de Poe, del que también se inspiró Vampyr de relatos como "Entierro prematuro" (cuando Gray asiste a su propio entierro, una de las escenas más oscuras y terroríficas de la historia del género) o "El pozo y el péndulo" y "El barril amontillado" (relacionados con la angustia a muertes terribles). Los elementos literarios de estas obras de la tradición gótica son extraídos del corazón de sus libros y adaptados magistralmente para el cine: imágenes y sonidos. Pero más que a pasajes en concreto o ideas extraídas, es la esencia misma del cine , las luces, las sombras y las imágenes lo que consigue que Vampyr nos envuelva primero en la historia y posteriormente nos trague en un abismo de terror, angustia e incertidumbre.


Por todo esto, la imagen roba protagonismo a la historia, que se solapa, se torna oscura e incierta, muchas veces inexplicable. Los símbolos (el extraño hombre de la guadaña al principio de la película, el baile de sombras...) no nos ayudan a dar sentido a la película, sino que predicen lo que en ella va a ocurrir.


El argumento se ve truncado por culpa de cosas que no aparecen. Trozos de la historia que no vemos, pero que deberían estar allí. Y de aquí sacamos la conclusión; con terror y cierta emoción comprendemos por las imágenes que nos muestra la cámara que ésta solo es un personaje más, y que como cualquier personaje solo conoce parte de la historia.


En contrapunto con el cine clásico de Hollywood, en Vampyr la historia no se cuenta íntegramente al espectador. Pero la película trasciende... ¡Y de qué modo! Como dijo el director de cine islandés Fridrik Thor Fridriksson "hay películas que no están hechas para entenderlas, sino para sentirlas".

Se podría decir que existen dos películas en Vampyr. Una, la historia en el sentido clásico de la palabra, con principio y fin. Pero esta es una historia oculta, solapada y enterrada por una segunda historia: la que la cámara nos muestra.


Jess Franco dijo de ella que una sola de sus imágenes vale por toda una obra. No le faltaba razón. Vampyr es única en la historia del cine.


EL TURNO DE ESPAÑA
Producciones como Vampyr tienen lugar en momentos muy concretos de la historia del cine, debido a sus arriesgados métodos y a su alto nivel creativo.

En el caso de España existen dos trabajos que traspasan notablemente el umbral de lo excepcional y ya no solo dentro del cine nacional, sino en el marco mundial: Tren de sombras, de José Luís Guerín, y Cuaudecuc-Vampir, de Portabella

Tren de sombras (1997) es, en primer lugar, la película experimentalmente más revolucionaria del cine español. Disfrazada de documental (falso, por supuesto) el film de Guerín nos muestra la incansable búsqueda de fantasmas entre las últimas grabaciones de un abogado parisino con afán de director de cine mudo, fallecido en extrañas circunstancias junto al lago Le Thuit mientras buscaba las luces adecuadas para la filmación de una nueva película.

A diferencia del personaje de Murnau en su película Phantom, Guerín si que encuentra su fantasma, y nos lo revela como un apreciadísimo secreto escondido entre los fotogramas de esta obra maestra, una obra que, por otra parte, supone un inmenso homenaje al cine, al que se refiere en el título de la película.


El tren de sombras no es ni más ni menos que el cine: una sucesión de fotogramas, de luces y de sombras que, fantasmagóricamente, nos sumergen en una vivencia, en un sueño, en una película. El cine nace de esto y, curiosamente, también con esto, pues si hacemos memoria y recordamos la primera película en ser exhibida, recordaremos el famoso tren de los Lumière que hizo huir despavorida a una sala entera.

Huelga decir que el tren no era de verdad, que en realidad era un "fantasma", y el mismo que intentaba aquel abogado parisino rodar cuando murió, o el que intentó buscar Guerín en su película de 1997.


Cuaudecuc, Vampir (1970), por otra parte, se tata de un making-off sobre el Drácula de Jess Franco. Personalísima, supera honestamente la cinta de Franco recogiendo otro innovador experimento para el inexperto ojo del espectador.




sábado, 9 de octubre de 2010

¡Herzog se come su zapato!

Uno de los cantantes más influyentes del S.XX se suicidó tras ver una de sus películas. Pese a que las respuestas a éste triple enigma no tienen nada que ver entre sí, los entendidos ya sabrán que se trata de Ian Curtis, cantante de Joy Division, que se suicidó tras ver "Stroszek" de Werner Herzog.

Herzog es muchísimo más que un simple director de cine. Werner Herzog es un antropólogo, un explorador y descubridor de éste mundo, un polifacético personaje cuya línea que divide vida y obra ha ido poco a poco desapareciendo. Sus múltiples proyectos van desde los dramas más arriesgados hasta los documentales más creativos pasando por colaboraciones con directores amateur y apariciones como actor en algunas películas de cine underground (merece la pena destacar Gummo y Julien Donkey-Boy, de Korine y Man of flowers, de Paul Cox). Injustamente sería también omitir su contribución a la literatura en diversos medios.


Ya en su forma de hablar, en sus actos, se pone en tela de juicio su cordura mental. Para su primera película "También los enanos empezaron pequeños" de 1970, se apostó que se arrojaría a un cáctus si ninguno de los enanos que componía el reparto moría debido a un rodaje lleno de peligros e incidentes.

Años más tarde conocería a Errol Morris, un joven talento que apilaba una gran cantidad de material documental a la espera de un proyecto que nunca llegaba. Herzog pronto quedó impresionado por esto y animó e insistió a Morris para que hiciese una película con dicho material. Incluso llegó a prometerle que se comería su propio zapato si la veía estrenada.

La película de Errol Morris se estrenó el 19 de octubre de 1980 bajo el título de "Gates of Heaven", un curioso documental sobre el negocio de los cementerios de animales y la relación de afectividad entre humanos y mascotas. El material revelado y el montaje resultante hacen pensar que el propio Morris se ríe de la tesis que muestra en su película, y de los curiosos entrevistados que van desfilando ante la cámara.


Y finalmente Herzog no solo llegó a comerse su propio zapato, sino que dicho evento fue fruto de un programa televisivo y un corto dirigido por Les Blank y escrito por el propio Herzog en el que contaba, entre otras cosas, las consecuencias físicas de haberse arrojado a un cáctus tras el estreno de su primera película.


Werner es un personaje irreal, pero cargado de emociones y convicciones. Werner Herzog se parece a sus personajes. Son antihéroes. Personajes literarios que luchan ciegos sin ver sus propios límites humanos ante la naturaleza, inmensa y cruel, y quizás ante la propia materia humana: algo aún más difícil de entender. En esto se basa su libro "La conquista de lo inútil", un texto escrito por el propio director en el que exponía sus creencias, sus ilusiones y sus miedos bajo una aparente estructura de diario de rodaje.
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En sus documentales, Herzog se dedica también a buscar a extraños personajes que luchan en recónditos lugares del mundo como ocurre en Grizzly Man o en Encuentros en el fin del mundo. Su habilidad para comunicarse con otros seres humanos ya no solo se basa en los múltiples idiomas que domina (el alemán, su lengua materna, el inglés, el español...) sino más bien en su empatía emocional que sabe plasmar en su obra.
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Entre todos sus personajes siempre se identificó con Fitzcarraldo con el que más. Si en una película se resume toda la obra del director alemán, esa es Fitzcarraldo, dirigida en 1982 cuando el director ya estaba acostumbrado a rodar en situaciones y localizaciones extremas. También había rodado ya otra película en el Amazonas diez años atrás (Aguirre, la cólera de Dios), también protagonizada por el que siempre fue su actor predilecto , su mejor amigo... y su enemigo más íntimo.

Klaus Kinski (en la foto) ya fue compañero de Herzog incluso antes de serlo en el trabajo. Fue en un piso que compartían ambos cineastas en la época de los cincuenta. Ya entonces Herzog sintió una fuerte atracción hacia la enigmática personalidad de Kinski, personaje ego maníaco que podía pasar días realizando un mismo ejercicio de interpretación o destruir entero el mobiliario del piso tras un ataque de ira completamente irracional.

Más de cuatro décadas más tarde y ocho años después de su fallecimiento, Herzog dedicó un merecido homenaje al actor en su película de 1999 que lleva por título "Mi enemigo íntimo".

Sus películas quedan, pese a todo, atadas y encerradas en nuestros "corazones de cristal" dispuestas a explotar en el momento más inesperado. Y muchos serán los que digan

"Yo nunca podré tomar en serio a un hombre que
se come su propio zapato"

Y puede que su obra parezca, a primera vista, burda o nimia pero, donde en la sinopsis solo se escribe "Werner Herzog se come su zapato", en el fondo resulta ser un bello homenaje al cine, a la humanidad, a la naturaleza y una aplastante carga en contra de la televisión, la publicidad y la cultura pop. Conquista y destrucción de lo inútil.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Studio Ghibli

Studio Ghibli es un estudio japonés de animación con sede en Tokio y formado por 150 trabajadores. Sus películas son alabadas en todo el mundo y se conocen por ser bonitas, curiosas, emotivas y salvajemente imaginativas.

Las cuidadas producciones de estos estudios suelen estar destinadas para público infantil, sin embargo, la intertextualidad, las abundantes referencias a elementos épicos, literarios, su carga moral y los secretos que esconden (amén de sus innumerables lecturas) hacen que sean disfrutadas también por adultos en igual o mayor medida.

El nombre de los estudios (pronunciados 'ji-bree' o 'ji-bu-ri' en su japonés original) se refiere al apodo que los italianos utilizaban para referirse a sus aviones de exploración del Sahara en la II Guerra Mundial, que también describe el viento arenoso y caliente de dicho desierto. La historia que explica el nombre dice que cuando Hayao Miyazaki creó el estudio en 1985 junto con Isao Takahata, querían expresar que ellos estaban “soplando un nuevo viento” en la historia de la animación. Y desde luego lo hicieron…

Hoy os ofrezco el listado completo de las películas producidas y realizadas por estos maravillosos estudios en sus primeros 35 añitos de vida con una pequeña reseña de cada una. Asimismo os animo a verlas y a dejaros empapar de su imaginación y belleza sin fin.

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Nausicaä del Valle del Viento (Hayao Miyazaki, 1984)

Es la adaptación de una serie de comics manga del mismo director en la que un reino se ve amenazado por una misteriosa nube tóxica. El resultado es una temprana muestra del denominador común de los estudios: fantasía infantil y denuncia medioambiental.

El castillo en el cielo (Hayao Miyazaki, 1986)

Piedras mágicas, agentes secretos del gobierno, piratas, fortalezas inconquistables, misteriosas razas desaparecidas… Una de las aventuras más entretenidas, clásicas y sencillas de Miyazaki. Aún así, la historia se deja influenciar por la intertextualidad con elementos y personajes de otras obras como “Laputa”, la isla flotante de los viajes de Gulliver, o el personaje creado por Maurice Leblanc, Arsenio Lupin (caballero y ladrón).

La tumba de las luciérnagas (Isao Takahata, 1988)

¿Qué ilumina más, la luz de una luciérnaga o la que genera una bomba al explotar? Conmovedora hasta decir basta, narra las peripecias de dos hermanos para sobrevivir a la I Guerra Mundial en Japón. A éste tipo de producción se refería el maestro Miyazaki cuando afirmaba que “las almas de los niños son las depositarias de la memoria histórica de las generaciones anteriores”.

Mi vecino Totoro (Hayao Miyazaki, 1988)

Otra película de Miyazaki con un curioso personaje creado que muestra que lo sobrenatural y lo mágico solo está ahí para los inocentes ojos de los niños que saben dónde buscar. Totoro, un conejo gordo y gigante ayudará a unos niños cuya madre yace en el hospital enferma.

Una de las películas bandera del estudio y recientemente estrenada en la gran pantalla en nuestro país.

Nicky, la aprendiz de bruja (Hayao Miyazaki, 1989)

Una historia de aventuras recalcada por el aprendizaje: el aprendizaje de lo que significa la experiencia y la responsabilidad que da la independencia. Además de la amistad. Sincera y dulce, como siempre.

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Recuerdos del ayer (Isao Takahata, 1991)

Una joven viaja al pueblo donde pasó los mejores momentos de su vida. Viviendo intensamente su presente, recordará los felices momentos de su pasado mientras mira en desconcierto hacia el futuro.

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Porco Rosso (Hayao Miyazaki, 1992)

La temática de la guerra vuelve a aparecer en éste film protagonizado por un curioso personaje que lucha como aviador contra la piratería en el Adriático en periodo de entreguerras.

Una bonita fantasía histórica que ya prepara secuela para el 2012. El escenario no será ni más ni menos que la Guerra Civil Española.

Puedo escuchar el mar (Tomomi Mochizuki, 1993)

Una de las obras menores del estudio, probablemente por ser una producción destinada a la televisión. Pese a que lo que narra es demasiado nimio, está bien narrada y puede resultar entrañable para muchos.

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Pompoko (Isao Takahata, 1994)

Una de las películas más extrañas de los estudios por el planteamiento que hace de los valores que muestra. Puede resultar demasiado ambigua para los niños y demasiado infantil para los adultos, no obstante sabe llegar a los ojos de los espectadores, y el epílogo final ofrece todas las claves y secretos de la película.

Susurros del corazón (Yoshifumi Kondo, 1995)

Bonita y entrañable historia sobre los vínculos de la lectura y la música y, en definitiva, la amistad.

Una joven descubre que todos los libros que ha cogido de la biblioteca han sido previamente prestados a una misma persona…

La princesa Mononoke (Hayao Miyazaki, 1997)

Épica y poética obra, y una de las más transcendentes del estudio hasta la época. Convertida en película de culto desde el momento de su estreno, el film nos narra la lucha de los animales contra el ser humano, que va destruyendo poco a poco su medio.

Su único defecto es su excesivo metraje (poco más de dos horas).

Mis vecinos los Yamada (Isao Takahata, 1999)

Una curiosidad dentro del grupo. Difiere del resto en dos sentidos que la hacen particularmente especial: el primero, que no narra una historia lineal, en el sentido clásico de la palabra, sino que se trata de una serie de secuencias o “gags” que muestran divertidos episodios de la familia Yamada. En segundo lugar, la animación. El trazo del dibujo tiene más que ver con un borrador que con la calidad gráfica de otras producciones de los estudios. El resultado satisface y divierte, recordándonos a su vez a series japonesas de nuestra infancia como “Doraemon” o “Shin Chan”.

El viaje de Chihiro (Hayao Miyazaki, 2001)

Una de las películas bandera de los estudios y la que más premios ha cosechado hasta la época.

Sin escatimar en imaginación, Miyazaki nos narra una historia en la que una niña y sus padres, camino de una mudanza, atraviesan un extraño túnel sin sospechar el extraño y surrealista mundo que les espera al otro lado.

Puede llegar a ser conmovedora y aterradora al mismo tiempo.

Haru en el reino de los gatos (Hiroyuki Morita, 2002)

Sin demasiadas pretensiones, ésta película está destinada a un público de más temprana edad, pero como todas las producciones del estudio, también puede ser disfrutada por un adulto.

Una fábula sencilla, tanto en cómo está narrada como en la animación.

El Castillo Ambulante (Hayao Miyazaki, 2004)

Miyazaki pretende volver al panorama internacional con esta nueva joya de la imaginación que pueda ser producida por un sueño lúcido y surrealista.

Imaginativa, salvaje y emocionante.

Cuentos de Terramar (Goro Miyazaki, 2006)

El hijo de Miyazaki, que había renunciado a seguir los pasos de su padre haciéndose arquitecto, debutó finalmente con ésta película…

Ponyo en el acantilado (Hayao Miyazaki, 2008)

Considerada por muchos una versión moderna de “La Sirenita” (con bruja del mar y todo), narra la tierna historia de amistad de un niño y un pez.

Pese a que no tiene la carga épica de otras producciones de éstos estudios, Ponyo pasará a la historia por ser una superviviente que en plena era digital nació de nada menos que 160.000 dibujos hechos a mano.

The Borrowers (Hiromasa Yonebayashi, 2010)

La más reciente producción se estrenó en Japón este verano. Trata de unos seres diminutos que viven bajo una casa inglesa y pasan desapercibidos tomando prestado (borrowing, en inglés) cosas de los humanos hasta que, un día, son descubiertos…

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En definitiva, los estudios Ghibli han sido en estos 35 años una fuente inagotable de imaginación y productos cuidadamente elaborados, desde las manos de 150 hombres, al corazón de millones y millones de niños y adultos.