lunes, 19 de diciembre de 2011

Archivo 10: Diciembre 2011

CALLE MAYOR (Juan Antonio Bardem, 1956)
Hablando con un amigo al salir del cine llegamos a la conclusión de que hay directores que están tan cabreados con el mundo que intentan mostrar su amargor a través de sus películas. Es el caso de Roman Polanski o Lars Von Trier.
Juan Antonio Bardem, sin embargo, ha sido considerado injustamente uno de esos durante mucho tiempo. Lejos de esto, éste director se acercaba más al neo-realismo italiano. Su mito sigue las líneas de las décadas de oro del cine americano, cuando la gente iba al cine para vivir una vida de ensueño y entrar en casas (y cocinas) en las que nunca entrarían en la realidad. Sin embargo, Bardem tiene la insistencia de recordarnos que, en realidad, la vida no es así, y en sus películas el Glam de los actores de Hollywood es sustituido por la cobardía de la gente de a pie.

EL CRÍMEN DE CUENCA (Pilar Miró, 1979)
De todas las películas españolas de los setenta, quizás esta sea de las que más me ha impactado desde Pascual Duarte. De hecho, la historia parece haber sido sacada de una novela española de principios de siglo XX, cuando todo en la vida era precario, y la gente se enfrentaba a su propia existencia con resignación.
Pilar Miró nos ofrece la pasión, muerte y resurrección de la carne en apenas 100 minutos de metraje, algo muy grande y sumamente violento; tanto, que incluso en momentos donde el franquismo estaba ya en vías de superación, siguió teniendo problemas con la censura.

 
MISTER LONELY (Harmony Korine, 2007)
Siempre me ha costado recomendar a Harmony Korine, y eso que me considero un kamikaze de las recomendaciones. No suelo perder amigos por ello, pero jamás los he dejado indiferentes.
Una fábula sobre imitadores de famosos con una chispa de comicidad y un buen chorreón de amargura. Un Harmony Korine “para toda la familia”.
Véanla ¡Se desconcertarán, se sorprenderán! Pero no se la recomienden a nadie. No me gustaría que alguien perdiese una amistad por mi culpa.

CASTAWAY ON THE MOON (Lee Hae-joon, 2009)
Ahora que, por fin, nos hemos empezado a dar cuenta de las trampas que esconde una sociedad aparentemente desarrollada y civilizada, no está de más un visionado de Castaway on the Moon.
La primera vez que oí hablar de esta película surcoreana, vino acompañada de las palabras “muy recomendable”. Ahora se que es muy recomendable, y no solo por lo que acabo de mencionar, sino también por su cuidada estética y su poder visual.
“¡Que se pare el mundo, que me bajo!” decía Groucho Marx, pero lo que nunca llegaría a saber es que una película llegaría a dar un giro de tuerca inesperado a esa frase. El resultado: la historia de dos humanos, náufragos en un mundo inmenso, desconocido y temido, cuyo destino les hará aterrizar en la Luna.
Como diría Wim Wenders, ¡Tan lejos y tan cerca! Una obra de arte en mayúsculas, preciosa, si señor.

LOS SOBORNADOS (Fritz Lang, 1953)
Fitz Lang es un autor que marcó una época. Sus obras llegaron a la maestría y sus años como director marcaron para siempre el mundo del cine. Aún así, muchas de sus cintas han llegado algo deterioradas por el paso del tiempo. Pero este no es el caso de Los Sobornados.
Este aclamado thriller de Lang denota madurez y maestría, así como brutalidad a la hora de relatar los hechos, algunos muy duros, que el director hizo bien al no intentar censurar o edulcorar. Gracias a todo esto, hoy podemos sentarnos en el sofá y disfrutar de un impactante relato que arrasó el mismo año que lo haría “Yo Confieso”, de Hitchcock.


EL EXPRESO DE MEDIANOCHE (Alan Parker, 1978)
Claustrofóbica cinta del siempre introspectivo Alan Parker. Un hombre es detenido en el aeropuerto de Estambul cuando se disponía a pasar varios paquetes de hachís. Seguidamente es acusado de uno de los delitos más graves en Turquía. Entonces emprenderá un viaje delirante y terriblemente inhumano, con una débil esperanza “coger el expreso de medianoche”, un término utilizado por muchos reclusos para referirse a la fuga.
La película, explícitamente montada para compartir el mal trago que pasa el protagonista, está considerada una de las obras cumbres de la filmografía de éste director inglés junto con The Wall.

 
DE DIOSES Y HOMBRES (Xavier Beauvois, 2010)
Ganadora del Gran Premio del Jurado (el segundo premio del festival de cine de Cannes), ésta película narra los difíciles días de un grupo de monjes cuyas vidas, en perfecta armonía con la de sus vecinos musulmanes, se ven amenazados por una ola de terror y violencia.
Sencilla obra francesa; el firme retrato de la valentía y el heroísmo conserva a su vez el humanismo y la candidez. Todo en ella rezuma a respeto y honestidad. El final y la escena de la cena parecen un cuadro en movimiento.

HERO (Zhang Yimou, 2002)
Que Zhang Yimou es, en el cine de hoy, uno de los directores más sensibles y artesanos de la imagen no cabe duda.
Hero es una historia de intrigas palaciegas y grandes batallas libradas con florete de poeta, belleza de leyenda inmortal y magia sin fin.
Un ejemplo de cómo una buena historia nunca puede fallar de manos de un buen director, y menos cuando China puso en sus manos el mejor reparto y la mejor producción.


ESSENTIAL KILLING (Jerzy Skolimowski, 2010)


Essential Killing es una sobria cinta en la que un soldado afgano, interpretado por Vincent Gallo y muy en la línea de sus deprimentes y marginados personajes, escapa de un grupo de presos y se ve obligado a sobrevivir en medio de la nada.
Gallo se mueve con dificultad y torpeza por un mundo en guerra que él desconoce. Él hará honor al nombre de la película, Essential Killing, matando para sobrevivir, llevado por los instintos más primitivos del ser humano. La guerra no es otra cosa, entonces, que una vuelta atrás, una vuelta a una sociedad primitiva y peligrosa, furtiva diríamos, y para nada agradable.
Vincent hace de Vincent. Para sus fans.


DANTON (Andrzej Wajda, 1982)
Wajda volvió a Francia para rodar una de sus películas más representativas y, quizás, entre las mejores valoradas de su amplia filmografía.
Entre sus obras, rezumantes del cine de la propagandística soviética de los años de Vertov, se erige una obra no menos radical y contrarrevolucionaria.
Danton fue un verdadero héroe. Se erigió lenta y dolorosamente entre los líderes espirituales de una revolución contaminada por el mismo terror del cual y por el cual había emergido.
Un biopic extraordinario y altamente recomendable a los amantes de la historia.

viernes, 28 de octubre de 2011

Samuráis, fantasmas y espectros del J-Terror

El terror, entendido como un instinto de supervivencia, fue poco a poco abandonando nuestras vidas a medida que el ser humano avanzaba en su evolución o, incluso, a medida que cada uno de nosotros nos hacíamos mayores.

Ahora el concepto de terror se ha degradado, y muchas veces es mezclado en el mundo de la literatura y el cine con la repulsión y los sustos fáciles. Ya pocos saben entender tan bien aquel sentimiento primitivo gracias al cual nuestra especie ha sobrevivido hasta nuestros días.

El terror es, pues, un sentimiento primitivo, anterior al amor y al perdón e, incluso, anterior a la guerra.

Este año, vísperas de la celebración de Todos los Santos y, por supuesto, de Halloween, os invito a ver tres películas mágicas. Tres cintas que captan la verdadera esencia del horror y de las que muchos directores de cine de terror actual tienen que aprender. Las tres, incluidas entre las listas con las mejores películas de J-Horror (o terror japonés) de la historia, tienen dos elementos en común: los fantasmas (en el tercer caso, el diablo como sombra del rostro humano) y los samuráis.


EL MÁS ALLÁ (Masaki Kobayashi, 1964)

La película de 1964 de Masaki Kobayashi ganadora del Premio Especial del Jurado en el festival de Cannes de 1965 es un ejemplo de cine de terror de buen gusto. Su cámara, sus planos, su fotografía espectral, sus decorados y sus efectos especiales hacen de esta joya uno de los ejemplos más subyugantes ya no del cine de terror japonés o mundial, sino del cine como arte.

Basada en la obra homónima de Lafcadio Hearn, esta película está dividida en cuatro episodios que tienen un común denominador: los fantasmas. Fantasmas como apariciones inesperadas, como seres que vuelven de ultratumba para cumplir sus venganzas o, simplemente, atormentadas almas que vagan entre dos mundos.

En el primer cuento, llamado “El pelo negro”, un samurai que vive con su mujer en la pobreza abandona a ésta para casarse con otra en busca de una vida mejor. Pero pronto se dará cuenta de que sigue enamorado de su primera mujer, y volverá a buscarla. El primer cuento nos introduce de forma sencilla la esencia de la cinta como un todo: es terrible y sutil a la vez, su narrativa, pausada y contemplativa, carente prácticamente de diálogos, lo que supone una atmósfera más propensa al terror.

La segunda historia, “La mujer de la nieve”, aunque más previsible, tiene un poder de atormentar al público mayor que la anterior. El uso de la fotografía, especialmente el contraste de la mujer y la nieve, así como los cambios estacionarios, es absolutamente resplandeciente. La frialdad del terror de Kobayashi encuentra aquí su analogía perfecta con la nieve.

El más largo de los episodios es “El hombre sin orejas”, es una epopeya fantástica que mezcla la fantasía con la historia japonesa (la última batalla entre las dinastías de los Genji y los Heiké). La teatral puesta en escena acompaña unos escenarios y decorados hechos a mano, así como una coreografía de los actores perfecta. Ante semejantes precedentes no es de extrañar que el director tardase cuatro años en preparar la película, pues el resultado es sumamente artesanal y cuidado.

La nota que pone punto y final a semejante maestría es “En una taza de té”, un cuento con el que se quiere explicar por qué muchas obras de la literatura fantástica japonesa están inacabados. Un corto desplegado en unos pocos movimientos, pausados y bien diseñados para encumbrar esta obra, icono del buen gusto por el terror. Una maravilla visual y una atmósfera de horror latente, que se cuela por los poros destapando ese instinto básico del que habábamos al principio.

EL GATO NEGRO (Kaneto Shindô, 1968)

Cuatro años más tarde de haber realizado Onibaba (tercera película de este artículo, la cual desarrollaremos más tarde), Shindô repitió suerte con ésta cinta que posee ciertas reminiscencias al cine de vampiros y pone en escena un tema que a esas alturas de los sesenta era crucial en occidente: el feminismo.

Una joven y su nuera, que viven en un bosque de bambú, son asaltadas y violadas por un grupo de samuráis. A su muerte, un extraño gato negro aparece entre los cadáveres. Más tarde, unas mujeres de aspecto similar a las anteriores se aparecerán entre los troncos del bosque a los samuráis, buscando venganza.

El gato negro al que la película hace referencia es lo que en la mitología japonesa se conoce como un bakeneko, literalmente “gato monstruoso”; un felino que adopta habilidades sobrenaturales como caminar sobre dos patas, volar o, incluso, resucitar a los muertos o controlar a los cadáveres como si fuesen marionetas.

Muchas otras películas japonesas se han nutrido de leyendas como ésta en sus películas pasando totalmente desapercibidas como el famoso Studio Ghibli (Mi vecino Totoro, Haru). No obstante el enfoque aquí es de “paranormal”. La puesta en escena de los fantasmas es muy cuidada, y no restan credibilidad al film, como ocurre recientemente con las películas niponas de género, sino más bien todo lo contrario. Siendo la más pausada de las tres, el discurso no pierde fuerza, y no deja escapar la impresionante atmósfera espectral que crea.

ONIBABA (Kaneto Shindô, 1964)

Estrenada cuatro años antes que El Gato Negro, Onibaba crea una historia y, con ella, un universo mucho más simple que las anteriores. Aquí todos los elementos (la luz, los juncos, el agujero, los sonidos y los actores) se muestran tal y como son y nada es fruto del azar, o la imaginación, sino de un constante movimiento y de efecto acción-reacción.

El fondo físico de la cinta, a priori poco profundo, contrasta con la profundidad los temas que tratan: el deseo, la lujuria, el miedo, las supersticiones, la envidia… la guerra. El escenario de Onibaba es un teatro visual donde no solo la boca de sus protagonistas hablan, sino también sus poros cuando sudan, sus miradas cuando cortan la luz en penumbra, las intenciones, que se refugian entre un largo campo de juncos, entre la oscuridad de la noche o la lluvia. En los juncos se materializan las acciones de los personajes y curiosamente aquí es donde surgirá el fantasma que a todos persigue: el demonio, el mal, la eterna sombra del ser humano.

Onibaba es otro término referente a la mitología japonesa. Se trata, esta vez, de un demonio o fantasma con aspecto de anciana que, enferma de locura, suele mostrar otra apariencia para despistar a los visitantes.

La película, al igual que la anterior, tiene por protagonistas a una mujer y su nuera, a la cual envidia por su éxito con los hombres. Con el trasfondo de una guerra, los sentimientos y las necesidades quedan siempre al descubierto. La penuria humana es el viento que hace girar este molino infernal en el que los miedos compiten entre si.

Onibaba tiene la firme convicción de que no es necesario ir al más allá para encontrarse cara a cara con el diablo.

El cine de terror japonés es, sin duda alguna, uno de los que más le deben a éste género. Sus historias reflejan un conocimiento preciso de la psique humana, de aquello que los habitantes de este mundo temen; la perfección en el manejo de la cámara, en el uso de la escenografía, revela la maestría del teatro que llevan dentro. El sonido es siempre diferente a la de otras cinematografías. Estas tres últimas carecen de música y, en su lugar, han sido sustituidas por una banda sonora basada en ruidos y sonidos que, en éstos tres ejemplos del cine de terror japonés, ayudan a la claustrofóbica y etérea atmósfera que sus directores tan bien saben crear.


El sabor es netamente oriental, pero en todas ellas se palpa Shakespeare, se palpa Hamlet o El Rey Lear; se palpa Boccaccio, se palpa la fría ironía y el humanismo del cuento moral. Se palpa, realmente, el horror.

domingo, 16 de octubre de 2011

Los 7 pecados capitales en el Cine

ENVIDIA

Sonata de Otoño (Ingmar Bergman, 1978)

¿Acaso no se basa la felicidad de una madre en la infelicidad de su hija? Duras palabras que una hija profiere a su madre. Unos sentimientos que se descubren como termitas que corrompen por dentro. ¿Acaso no es la felicidad de una hija motivo de envidia?

Las relaciones entre seres humanos siempre ha sido clave en el entendimiento del cine del sueco Ingmar Bergman. El tormento en silencio y posterior estallido en tormenta es un recurso bastante recurrido en sus películas. En esta, particularmente una de las más inquietantes, ese tormento es la envidia y la tormenta el odio y la culpa.


AVARICIA

El tesoro de Sierra Madre (John Huston, 1948)

En un viaje lleno de peligro, la avaricia será el mayor problema al que los protagonistas se enfrentarán. Bogart en la cúspide de su carrera, como siempre, y en una película de aventuras al más puro estilo del género. Una delicia para una tarde de domingo y una lección de humildad y de prudencia, pues cualquiera se puede “contagiar” con el virus de la avaricia.


LUJURIA

El Imperio de los Sentidos (Nagisa Oshima, 1976)

Esta película de 1976, y de la que hemos hablado ya en otra ocasión en este blog, representa claramente la necesidad de un país de salir de sus convencionalismos.

Al director le aseguraron distribución en Europa, pero aún estaba por ver qué actriz querría jugarse su vida profesional y personal a una simple tirada.

La historia ofrece imágenes explícitas y todo tipo de parafilias que rompieron los moldes de una época en la que la simple aparición de un miembro genital era severamente castigada por la ley en su país. Aquí, en la película, todo se muestra en exceso, como parte de la historia en que la lujuria ahoga literalmente a los protagonistas.


SOBERBIA

El Crepúsculo de los Dioses (Billy Wilder, 1950)

Una metáfora sin precedentes en la historia del cine. Gloria Swanson es en esta película, para muchos, la mayor representación de la soberbia desde Ciudadano Kane. Su cara, inmortalizada en el cartel original, es la indudable mirada de dicho pecado capital. Swanson da vida a una mujer anclada en el cine mudo y que quiere saltar de nuevo a la palestra, rompiendo el silencio y la falsa tranquilidad de un escritor acosado por sus acreedores.


GULA

La Gran Comilona (Marco Ferreri, 1973)

Esta sátira de Ferreri bien podría encontrar su paralelismo en la película póstuma de Passolini: Saló, ya que ambas recurren a los dañinos excesos de la clase alta o media-alta y en la constante provocación al espectador.

En la película que nos ocupa, cuatro burgueses deciden suicidarse encerrándose en una casa rodeados de comida y de mujeres. La lujuria es la intrusa aquí, pero para cuadrar bien nuestras cuentas la película compara a las invitadas con otros platos de carne que los comensales degustarán, si es que se puede utilizar este término en el pecado capital del que hablamos.


IRA

Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976)

Ganadora de la Palma de Oro en Cannes en 1976, ésta película de Scorsese encumbró al genio y obsequió a los espectadores de medio mundo de imágenes estremecedoras. Metafóricamente, las ventanillas de un taxi nos muestran los retazos de la violenta vida que se respira en las calles de una Nueva York agotada y nocturna. La ira surge como parte del retrato que plasma a un ser antisocial y con ciertos trastornos.


PEREZA

Los Inútiles (Federico Fellini, 1953)

Pese a que Fellini nunca fue considerado como uno de los realizadores principales del neo realismo italiano, si que bailó en ciertas ocasiones con dicho género, como en ésta película.

El neo realismo siempre se basó en la queja social, en la denuncia internacional de mediados de siglo XX que surgió en Italia de manos de directores como Rossellini, Visconti o Vittorio de Sica. En éste pretexto social se enmarca el pecado de la pereza, que el siempre eficiente Fellini supo trasmitir de la mano de sus “inútiles” o de sus “vitelloni”, título original y cuya traducción más literal sería “zángano”.

Una moraleja social que nos relata la historia de unos amigos que viven parasitando de sus familias y eludiendo todo tipo de compromiso. En un epílogo fortuito, uno de los protagonistas monta en un tren, mientras se nos muestra imágenes del resto de los amigos durmiendo apaciblemente en sus camas.


LOS 7

Se7en (David Fincher, 1995)

Si hay que justificar todos los excesos para no dar nada “gratis” al respetable, Se7en, de David Fincher, cumple todas nuestras expectativas.

Atractiva y sólida, violenta, cruel y a la vez sumamente eficaz en su discurso, Se7en pasará a la historia como una de las pocas películas de su estilo que logró vencer todo tipo de formalismos y clichés comerciales para convertirse en todo un clásico y la obra cumbre de un director, por aquel entonces, con una filmografía muy escasa.

La forma en la que los pecados capitales van encajando hace de ella un puzzle perfecto con unas piezas difíciles de olvidar.

sábado, 23 de julio de 2011

EL MEJOR DIRECTOR DEL MUNDO

Hay directores que piensan que son los mejores del mundo. Y hay otros que lo piensan y se lo callan hasta que un cretino periodista le pregunta que justifique su película. Entonces lo sueltan:


"No necesito justificar nada, soy el mejor director del mundo"



Es el caso del danés Lars Von Trier, que desafió a un periodista hace dos años en la presentación de su película "Anticristo" en el Festival Internacional de Cine de Cannes.


Su irreverencia y sus salidas del tiesto causadas, en parte, por problemas personales le hacen ser "El Genio Loco" que dirige sus películas con su propia psique. Nietzsche afirmaba que el mejor artista o el mejor autor es aquel que firma su obra con su propia sangre.


Pero, en serio, ¿Quién es el mejor del mundo? Para muchos lo es Lars, para otros Tarantino, para otros... en fin... Cada uno expondrá sus puntos de vista. Unos se complementarán con otros y todos serán incompletos.


La mejor argumentación hasta la fecha la expone una página web inglesa que da 50 razones de por qué STANLEY KUBRICK es el mejor director del mundo. Y es posible que lo sea. Antes de ver la página yo tenía mis propias sospechas de que, en realidad, era él, y no el danés loco. ¿Cuales eran mis propias razones? Pues bien:


-Ha dirigido películas en diversos géneros y ha hecho obras maestras y de culto en todos ellos. Lo primero ya es un mérito de por si, la mayoría de los directores se limitan a un solo género y no se atreven a experimentar.


-Superó las novelas de las que partía


-Destapó ampollas, como el danés, pero Kubrick fue más arriesgado y justificado: la guerra fría, la revolución sexual, el triunfo del liberalismo democrático que posteriormente se convertiría en el "Neoliberalismo"... Supo bien cuándo poner el dedo en la herida.


-El contenido de sus películas era sumamente profundo. Fue el mejor psicoanalista, psicólogo, humanista, militar, científico, filósofo... ¡La misma NASA y altos mandos del ejército se sorprendían de la información que manejaba en sus películas!


Finalmente Kubrick es la contraposición del amigo Von Trier: "El Genio Cuerdo" que domina todos los procesos de producción haciéndose así con el control de la película, mientras que al segundo es la película quien le domina a él. Y sin más preámbulos, os dejo con la página. Disfrutadla y que esto sirva para revisar los viejos clásicos de este inglés formidable: UN GENIO





PEQUEÑO APARTADO:


Un genio nunca es genio al 100% de su capacidad. De hecho, hubo cosas que le faltaron a Kubrick para rozar la maestría. Una de la que más echo de menos es que hubiese escrito él sus propios guiones originales. Esto es: crear sus propias historias grandiosas. Pero esto, normalmente, es más típico del primer tipo de directores de los que hemos hablado: los locos.

viernes, 15 de abril de 2011

Dreyer, Bergman y Tarkovski: Hombres que filmaron Milagros




La fe forma parte de nuestra vida cotidiana. Seamos o no seamos religiosos, todos nos hemos visto empujados a "creer" alguna vez en nuestra vida. Alguna otra hemos podido ser testigos de fenómenos que no podemos explicar. Dreyer, Berman y Tarkovksi fueron genios del cine, y genios en filmar cosas que, físicamente, en las pantallas, no pudimos ver, pero si sentir.



La de hoy no es una entrada religiosa, sino más bien espiritual. Cosas que no se pueden ver, pero si sentir, y un homenaje súmamente personal a tres de los pilares del cine y el arte en el Siglo SXX.





CAPÍTULO 1. DREYER: LA INOCENCIA COMO INSTRUMENTO PARA EL MILAGRODreyer jugó muy sabiamente en sus películas, como más tarde lo harían Bergman y Tarkovski, con la delgada línea que separa lo sagrado de lo pagano. Sus películas están llenas de fe, pero también de repudio a la religión.


La Palabra es, sin duda, uno de los tres pilares maestros de su filmografía. Sencilla y austera, en ella se narran los sucesos que acontecieron durante dos días a los Borgen, una familia tradicional de sentimientos profundamente religiosos, y controlada por el patriarca Morten Borgen.


Cuando Johannes, hijo del anciano Morten, sale a dar su sermón de la montaña, sus dos hermanos lo contemplan resignados. Johannes se nos muestra, según la mirada y palabra de su familia, como un hombre infeliz, que perdió el juicio a causa de sus estudios en Teología.



El discurso del filme continúa tal cual hasta que Inger, esposa de Mikkel, otro de los hermanos, y curiosamente la persona más feliz de toda la familia, cae enferma y fallece poco después.


En dicha situación la familia Borgen, sin embargo, creerá más al doctor, un hombre de ciencia, que a Johannes, un hombre de fe que predice la resurrección de la mujer. Solo una persona depositará toda su fe en él: la pequeña Maren, hija de Inger.



El rechazo de la familia hará huir al supuesto profeta, pero la inocencia o la inocente creencia de la niña le hará volver para perpetrar el milagro.



Entonces, todos los allí presentes, incrédulos, cambiarán la expresión de sus rostros. Ha ocurrido un milagro. Todos, menos una: Maren. La niña mira a su madre como si ya se lo esperase y luego a su tío, buscando la complicidad. El milagro ya se ha cumplido. Como lo esperaba.




En el discurso de Dreyer, la fe, el amor y la candidez son transmitidos por la inocencia de una niña y la demencia de un loco. El milagro nace, no obstante, precioso, ante la mirada de una supuesta familia religiosa que no sale de su propio asombro.





CAPÍTULO 2. BERGMAN: LA PUREZA COMO FUENTE DEL MILAGRO



Berman siempre se sintió atraído por la Edad Media. Probablemente por películas como El séptimo sello el cineasta sueco se conoce más de lo que pensamos, y habita en la iconografía de nuestro cine de una manera especial.



Sus películas, especialmente esas etiquetadas como “Medievales” ofrecen una visión similar a sus otras películas pero con un discurso mucho más sencillo y, así, accesible a todo el público.


El Manantial de la Doncella es un como cuento que bien podría haber salido de la narrativa tradicional, al contar con muchos de los elementos de ésta: una doncella de la edad media emprende un viaje por el bosque alentada por su padre, un rey, para ir a hacer una ofrenda al altar de la Virgen. Acompañada por otra dama que la desprecia en secreto, en su camino por el bosque se encontrará con unos pastores que la invitarán a comer con ella.



Berman demuestra aquí un increíble pulso, pues no es fácil narrar una historia tan terrible como si estuviese destinada a los niños. Es probablemente esa inocencia, ese candor lo que hacen que se precipite al milagro final.



Lo puro se junta con lo impuro. Lo puro vuelve a la tierra, y de ella emana un manantial, como si de una quintaesencia se tratase.





CAPÍTULO 3. TARKOVSKI: EL SACRIFICIO COMO DESENCADENANTE DEL MILAGRO. LA FIGURA DEL MESIAS.



La vida de Tarkovski siempre estuvo subrayada por energías invisibles que hicieron de ella un mito. Se podría decir que su vida y su obra fueron siempre cogidas de la mano, pues ambas bebían la una de la otra.



La obra de un poeta irrepetible estuvo cargada de restos de sus “vidas anteriores” como si del karma se tratase. La casa que en Sacrificio se quema, la madre de Iván, la Tierra “repetida” en el espacio exterior… todas ellas bien podrían ser su patria, olvidada en el pasado, tras el exilio, y quizás también destruida.



Siempre hay una búsqueda, una nostalgia por el tiempo pasado. En cuanto al futuro, todo es gris.




En este contexto surge el milagro. Cuando la pérdida acecha, solo algo nos puede servir de redención: un sacrificio. ¿Pero quién o qué desencadena dicho oficio? En este caso no es un acto de fe e inocencia, como en La Palabra, no es la pureza, como en El manantial de la Doncella, sino todo lo contrario: un acto impuro; y la persona que lo causa es el Mesías.



En los albores de la Tercera Guerra Mundial, a Alexander se le ofrece la posibilidad de detener la destrucción acostándose con María, criada y supuesta bruja.



Curiosamente, en la película de Tarkovski, la religiosidad no es la piedra angular en torno a la cual se construye el milagro, sino una ambigüedad entre la lectura religiosa (el Sacrificio es aceptado por la divinidad), la lectura pagana (María, la bruja, detiene la catástrofe) y la lectura escéptica (todo ha sido la imaginación de una mente enferma, la de Alexander).




La inocencia, pues, juega un último papel fundamental en la realización del milagro (si es que lo hubiese) o, de lo contrario, en la creencia ingenua de un cuento chino.


Un “niño” (Alexander) se cae de la bici mientras “vacila” en su camino. Finalmente cae de la bici, y es atendido por María, la bruja, que lo acuna, lo cura y, finalmente, lo despoja de sus ropas y le hace el amor.


El Sacrificio se ha cumplido y, de nuevo, como ocurría en la obra de Bergman (ambos directores se admiraban mutuamente) es la inocencia la que desencadena el milagro.



En una última escena, probablemente perteneciente a la primera lectura de la película, la lectura en clave religiosa, el niño yace tumbado bajo un árbol. Mira hacia el cielo y pregunta ¿Por qué, papá? Al igual que Jesús en la cruz poco antes de morir, sin obtener respuesta divina tampoco y sin comprender por momentos el sentido de su propio Sacrificio.



Pero en Sacrificio la respuesta de Tarkovski en su dedicatoria final es clara:



“Para mi hijo, con fe”




CAPÍTULO 4. NUEVO TESTAMENTO. OTROS MILAGROS



No muchos milagros ocurren todos los días. Mesías aún vemos a menos.


Aún así, las pantallas del cine actual han sido testigos de pequeños prodigios aislados e intentos de emular milagros anteriores.



Quizás uno de los que merezca especial atención sea Luz Silenciosa (2007) de Carlos Reygadas.



Su cinta es una especie de drama rural, en el que un pueblo de Menonitas del estado de Chihuahua, México, asiste a un milagro contemporáneo.


El pueblo, sumergido en una profunda tradición religiosa, queda atónito y muestra una mueca de incredulidad ante el despertar de uno de sus vecinos.



Con una cámara contemplativa, casi hipnótica, Reygadas se convierte en un Mesias contemporáneo, trovador del legado de Dreyer en La Palabra, y casi antropólogo y naturista en su descripción visual del medio. Nadie es perfecto, ni siquiera cuando adoramos y emulamos a lo divino.



¿Quién necesita un milagro, en un tiempo donde la mente está saturada de fe?

domingo, 3 de abril de 2011

Mis joyas del Cine Mudo (III): Los Nibelungos


Esta tercera entrada de la serie Mis Joyas del Cine Mudo engloba las dos partes de Los Nibelungos: La muerte de Sigfrido y La venganza de Krimilda, ambas dirigidas por Fritz Lang en 1924.


Intentar hablar de esta joya épica de 5 horas de duración en en reducidas líneas es difícil. Pero al verla resulta aún mas difícil el no sentirme deslumbrado y lleno del candor de una obra primitiva del cine sobre otra obra aún más primitiva que recoge leyendas tradicionales de la cultura germana.


Todo esto está envuelto en un marco artesano, increíblemente elaborado y cuidado (incluso más en su segunda parte) y listo para ser momificado para todo aquel que quiera verla en otros cien años y sentir la sensación parecida a la del que penetra en una pirámide de Egipto: una cultura milenaria, que va más allá de la fantasía y la realidad, confinada templo colosal.

martes, 8 de febrero de 2011

Cine en páginas: vol. 1 y 2

Hablar de cine implica ver películas, pero también leer las obras de las que han nacido (si tienen antecedentes literarios) o bien leer reflexiones de otros sobre las películas y directores que más nos gusta, como vengo haciendo en este blog.

Esta entrada (primera de una nueva serie) tiene por objetivo recomendar libros interesantes que hablan sobre películas, géneros, directores, vanguardias... Son mis recomendaciones para aquellos que quieren iniciarse en este arte o bien profundizar más en él.
Por lo pronto, hoy escribo la reseña de dos libros para iniciarse en él. Dos libros de consulta y que, personalmente, siempre he me ha gustado tener a mano:


1001 PELÍCULAS QUE HAY QUE VER ANTES DE MORIR
Autor: Steven Jay Schneider (Ed.)
Editorial: Grijalbo
Un libro exponencial para los que quieran iniciarse en el cine. Con él yo conocí nuevas películas, en sus fichas leí de qué director procedían y, así, pude acceder al resto de su obra. Unos directores me llevaron a otros y, en fin, esto fue el impulso definitivo para iniciarme en las filmografías, así como en las 1001 películas que despuntan en la historia del cine: por su calidad, por su reconocimiento, por su legado... incluso por su polémica.

Organizada por décadas, hay películas pertenecientes a todos los géneros, épocas y directores. Por supuesto: faltan, pero ninguna sobra tampoco. Existen otras publicaciones parecidas a ésta, pero sin duda "1001..." es la más provechosa y completa hoy por hoy.

La portada que aquí mostramos pertenece a la edición de 2004. Existe actualmente una edición más moderna y actualizada con un fotograma de la película Kill Bill en la portada.


501 DIRECTORES DE CINE
Autor: Steven Jay Schneider
Editorial: Grijalbo

Este libro, de los mismos editores que el anterior, constituye una importantísima labor de recopilación de filmografías de los más importantes directores. Podemos echar en falta, aún así, muchos. Sobre todo autores con filmografías aún reducidísimas, como Séan Penn, Vincent Gallo o John Cameron Mitchel. Dentro de el plano nacional no faltan los más internacionales: Almodóvar y Amenabar, aún así echamos de menos a otros (quizás) más vanguardistas y significativos como José Luís Guerín o Iván Zulueta.

Aún así, 501 Directores de Cine sigue siendo la guía, en este sentido, más trabajada y completa.

domingo, 9 de enero de 2011

Mis joyas del Cine Mudo (II): Nosferatu

Nosferatu de 1922 debe de estar entre muchas de las listas con las diez mejores películas de la historia del cine.

Lo paradigmático de la cinta de Murnau no es solo el terrorífico realismo que supuran todos sus fotogramas, sino también la historia real que se refiere a los extraños acontecimientos que tuvieron lugar durante su rodaje, y que contribuyeron a dar más credibilidad al contenido del film.
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Disfrazada con un falso nombre para evitar sumar "derechos de autor" a su presupuesto, la película narra la historia del personaje más utilizado de la historia del cine: Drácula. La leyenda negra que surgió en torno a su protagonista, Max Schreck, del que se dijo ser un verdadero vampiro, hizo crecer la popularidad de la cinta y que haya llegado a nuestros días como un enigma...