Con 25 años, este jovencísimo director
francocanadiense ya ha estado en Cannes cuatro veces, una en Venecia y se ha
alzado con un buen puñado de premios de reconocimiento internacional. Xavier
Dolan es estiloso y atrapa la atención de los medios; llena todas las redes
sociales de comentarios y fotos y, a cambio, es acusado de narcisista por
algunos. Sus méritos son muchos: dirige, escribe, produce y protagoniza la
mayoría de sus películas. Además cuida cada detalle de sus propias
producciones, como el vestuario, la música y el montaje. Por si fuera poco, ha
participado como actor en diversas películas y proyectos y aún le sobra tiempo
para ser activista por los derechos homosexuales.
Dolan configura su propio universo
visual naturalista y manierista. Sus cintas están cargadas de experimentos
visuales cercanos a la poesía. Mezcla estilos y tendencias, haciendo referencia
a otros artistas y a él mismo. A veces, su montaje se asemeja al de un
videoclip. La música es esencial en su mundo: sus fotogramas se nutren de canciones
de todos los estilos: pop, clásico, folklórico… pese a proceder de mundos muy
dispares todas confluyen en un mismo punto. ¿Contradictivo? No: Dolan reinventa
el kitsch y disfruta con el resultado: lo viejo y lo nuevo, lo moderno y lo
pasado de moda, lo vintage y lo hypster.
En este confuso marco, Xavier Dolan
busca temas cercanos a su edad: narra historias de relaciones amorosas,
maternofiliares y de búsqueda de la identidad. Historias de desgarro emocional,
de personalidades incompletas y de relaciones benditas y malditas, mostrando el
desarraigo del autor con su propia generación.
Pasemos ahora a analizarlas una por
una:
YO MATÉ A MI MADRE (J’AI TUÉ MA MÈRE)
(2009)
Con 19 años presentó en el festival
de cine de Cannes su ópera prima, una historia de la relación amor-odio entre
una madre y un hijo.
Es bien sabido que los escritores
noveles, sobre todo si son jóvenes, tienden a hablar de la propia experiencia
más que a narrar asuntos ajenos. Esta película está basada en material
autobiográfico. El atormentado alter ego de Dolan se sienta delante de una
cámara, como muchos adolescentes harían ante las redes sociales, y relata sus
experiencias y sus sentimientos encontrados hacia su madre. Esta forma de
narración guarda un cierto paralelismo con la escritura automática surrealista
y se relaciona, asimismo, con el arte que el chico, junto con su pareja,
practican en una escena: el arte dripping, una técnica de pintura abstracta que
consiste en lanzar pintura contra un lienzo.
La película para Dolan es como un
lienzo en blanco: experimenta en forma y contenido, se recrea y despliega sus
inquietudes artísticas en todas sus formas posibles, muchas veces buscando el
subconsciente que una los hilos de su mundo exterior con aquellos de su mundo
interior. Su técnica es rica en encuadres, primeros planos de decoraciones,
tejidos, y hasta comida. Juega con el tiempo y experimenta con el punto de
vista: por ejemplo, en su casa, madre e hijo comen en la barra de la cocina;
detrás queda la mesa vacía en penumbra, lugar significativo de encuentro
familiar. El director insiste en los detalles y estos los muestra más vibrantes
cuando hay algo que le gusta al protagonista.
LOS AMORES IMAGINARIOS (2010)
Ni un año esperó Xavier Dolan para
presentar su segunda película. Los amores
imaginarios narra el divertido triángulo amoroso de dos amigos, Marie y
Francis, hacia un tercero, Nick.
Dolan se ríe y se deleita de los
defectos humanos, así como de las virtudes y de las idealizaciones, próximas al
modelo de belleza clásico: como siempre, Dolan se sirve del arte para
simbolizar todo lo que aparece en pantalla. Marie, por ejemplo, es presentada como
una Audrey que se fija en Nick como el David de Miguel Ángel, obra maestra del
Renacimiento y próximo al modelo de belleza clásico. Por otro lado, Francis ve
a Nick como los dibujos eróticos de Jean Cocteau. Así, el tono de la película
va desde la idealización hasta el desencanto volviendo de nuevo al punto de
partida.
De nuevo, como en su anterior
película, el director juega con los detalles: la ropa, que sirve para
aleccionar a los personajes; la comida, como elemento sensual; el arte
pictónico, que prolifera por cualquier lado, desde un cuadro en el suelo hasta
el cuadro que sirve como pictograma de los sentimientos de un personaje en un
determinado momento (véase el cuadro del grito).
LAURENCE ANYWAYS (2012)
El problema de la identidad es uno de
los más recurrentes en la filmografía de Dolan. Un personaje es asaltado por
pensamientos y sentimientos que le hacen replantearse quién es. Es el problema
del intruso: está en su primera película en el rol de la madre, en la segunda
en el papel del chico al que los dos amigos desean y que pone en peligro dicha
relación de amistad y, en última instancia y para culminar la teoría de los
“amores imposibles” (como el propio Dolan la definió), está el problema de la
sexualidad. Es decir, el intruso aquí no es una persona externa, sino la propia
personalidad interna.
Como técnica de cohesión, el motivo
del testimonio vuelve a aparecer. Lo veíamos en la primera película cuando el
adolescente agarra la cámara y narra delante de ella su día a día y, en este
caso, vuelve a aparecer en formato de entrevista:
Entrevistadora: ¿Qué estás buscando,
Laurence Alia?
En esta cinta, el protagonista es un
hombre de 40 años que disfruta de una vida cómoda y estable; sin explicación
alguna, dicha estabilidad se ve asediada cuando una nueva sexualidad surge en
su ser: ¿Quién es el nuevo Laurence Alia?
Esta es una epopeya (de tres horas de
duración) centrada en la psique de del personaje principal. Ha sido comparada,
al igual que el resto de su filmografía, con una cantidad de directores y obras
que aquí recopilamos, añadiendo alguna de nuestra propia tinta:
- El Almodovar de La ley del deseo.
- El Tod Haynes de Lejos del cielo.
- John Cameron Mitchell y su Hedwig and the Angry Inch. Ambos directores son conocidos por su “necesidad de mostrar” en pantalla lo que ocurre dentro de cada individuo, ya sea un tormento sexual (Shortbus) o su libertad creativa (Hedwig).
- La obra de Won Kar Way.
- Rainer Werner Fassbinder. Como Dolan, Fassbinder también fue un enfant terrible en su país natal, Alemania, hablando sin tapujos sobre tabús sociales y políticos.
- Ingmar Bergman, por la presentación catártica del personaje y las relaciones familiares, amorosas y sexuales. Y, a veces, cómo los límites entre ellas se emborronan.
Pero lo que sí que es cierto es que esta película rompe el tono de las dos anteriores en cuanto a la madurez con la que el material es tratado. Es decir, y siguiendo el hilo de comparaciones, Dolan, en el tratamiento de sus temas, se acerca más en esta ocasión a la madura agudeza de Mike Leigh que al desenfado y la irreverencia de John Cameron Mitchel.
- El Almodovar de La ley del deseo.
- El Tod Haynes de Lejos del cielo.
- John Cameron Mitchell y su Hedwig and the Angry Inch. Ambos directores son conocidos por su “necesidad de mostrar” en pantalla lo que ocurre dentro de cada individuo, ya sea un tormento sexual (Shortbus) o su libertad creativa (Hedwig).
- La obra de Won Kar Way.
- Rainer Werner Fassbinder. Como Dolan, Fassbinder también fue un enfant terrible en su país natal, Alemania, hablando sin tapujos sobre tabús sociales y políticos.
- Ingmar Bergman, por la presentación catártica del personaje y las relaciones familiares, amorosas y sexuales. Y, a veces, cómo los límites entre ellas se emborronan.
Pero lo que sí que es cierto es que esta película rompe el tono de las dos anteriores en cuanto a la madurez con la que el material es tratado. Es decir, y siguiendo el hilo de comparaciones, Dolan, en el tratamiento de sus temas, se acerca más en esta ocasión a la madura agudeza de Mike Leigh que al desenfado y la irreverencia de John Cameron Mitchel.
Y, finalmente, Dolan se delata a
través de su alter ego:
Entrevistadora: ¿Qué estás buscando,
Lawrence Alia?
Lawrence Alia: Estoy buscando una
persona que entienda mi lenguaje y lo hable. Una persona que sin ser paria
cuestione no solo el valor y los derechos de los marginados, sino también de
las personas que dicen ser normales.
TOM À LA FERME (2013)
Esta fue la única de sus películas
que, hasta la fecha, no se presentó en Cannes. Esto fue debido a que su
anterior cinta no fue incluída en la selección oficial de dicho festival, sino
en su sección “Un certain regard”. En su lugar fue presentada en Venecia donde
se alzó con el premio FIPRESCI.
Traducida como Tom en la granja, la cuarta película de Dolan supuso un grado más
en la pureza visual: no hay retazos de imágenes ni montaje a lo videoclip, hay
travellings; no hay soundtrack, hay banda sonora; la fotografía elimina los
colores brillantes y vibrantes para adaptarse a los ocres colores otoñales,
estación en la que se ambienta una de las películas más duras y retorcidas del
director junto con la anterior.
Es, ciertamente, una película
inclasificable. En calidad de cajón de sastre podría ser fácilmente catalogada
como drama: Tom (Dolan) viaja hasta la granja donde su novio, fallecido en un
accidente de coche, vivía con su madre, que desconoce que estos dos fueron
pareja.
El filme combina serias escenas con
toques de realismo absurdo, como la del baile. Otras escenas más oníricas y
pesadillescas, como la de la huída a través del campo de maíz, evoca el poder iconográfico
de la obra de Dolan, rico en metáforas que parten de imágenes simples: “En
octubre sus hojas son como cuchillas”.
MOMMY (2014)
Y por fin llegamos a su cinta más
reciente y, para mi gusto, la más redonda de todas. Con ella, Dolan volvió a
Cannes donde consiguió alzarse con el premio del jurado (el segundo galardón
más prestigioso del certamen).
En esta película, el joven director
volvió al tema central de su ópera prima: el de la relación de una madre y su
hijo, esta vez un chico con ADHD (Trastorno con déficit de atención con
hiperactividad) que viven en una Canadá ficticia donde una ley permite a padres
tirar la toalla con sus hijos problemáticos. La relación entre ellos es
tortuosa hasta que aparece Kyla, una nueva vecina cuya presencia ayudará para
estrechar lazos y reconstruir el maltrecho vínculo familiar maternofiliar.
Pese a los parecidos con su primer
largometraje, Xavier Dolan matiza: “mi primera película trata sobre una crisis
juvenil y es autobiográfica; esta es sobre una crisis existencial y no tiene
nada que ver con mi vida”.
La película fue filmada en formato
cuadrado (1:1) una arriesgada decisión que fue calurosamente acogida por el
público y la crítica en Cannes. Su decisión de desechar otros formatos más
comunes como el 4:3 o el 16:9 y elegir uno tan restrictivo se debió al interés
del joven director no solo de experimentar con la imagen sino, además, de
centrar la atención en los personajes y menos en el entorno donde se les graba.
Un pequeño detalle: como siempre, la
técnica acompaña la catarsis de los personajes en la filmografía de Dolan. En
el clímax de la película, el protagonista, montado en una bicicleta, mira
directamente a la cámara, alza sus manos y ensancha con ellas el formato
cuadrado de la película. Cuando vi la película en su estreno en el Festival de
Cine de San Sebastián, los espectadores arrancaron a aplaudir. Un momento
emocionante.
Para su próxima película, la sexta en su filmografía, prepara el gran salto a Hollywood. Con 26 años dirigirá nada menos que a Jessica Chastain, Susan Sarandon y Kathy Bates, entre otros.
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