Dos almas solitarias. Una acérrima lectora y escritora de
guiones neoyorkina (Anne Bradford) envía una carta a una pequeña librería de
Londres en busca de clásicos ingleses difíciles de encontrar en América. Frank
Doel (Anthony Hopkins), el reservado y discreto librero, le contesta y da
comienzo así una bonita historia de amistad, en torno a los personajes
principales, y de amor, en torno a la literatura.
Todos recordaremos a Anne Bradford por la exitosa película
El Graduado así como a Anthony Hopkins por su tenebroso papel en El Silencio de
los Corderos. Por eso resulta aún más atractiva esta propuesta: ella es una
audaz e impulsiva mujer que vive en una bulliciosa ciudad, y él es todo un
gentleman que vive en una ciudad llena de historia en plena posguerra. Se trata
de una batalla verbal y epistolar a ambos lados del Atlántico, una catarsis de
dos solitarios personajes que se descubren mutuamente en lejanos mundos y que
muestran verbalmente, por medio de sus cartas, su amor incondicional por la
literatura. Sus voces en off narran sus cartas mientras se muestran escenas de
sus vidas cotidianas. En el clímax de la película, ambos se dirigen a la cámara
verbalizando el contenido de sus cartas a la otra persona y conectando
definitivamente con el espectador.
El resultado es que cuando terminas de ver la película
sientes la necesidad de ir y abrazar tus propios libros. Abrirlos y respirar,
como hace la protagonista, y sentir cómo el mundo desaparece a tu alrededor.
...and the
winner is…
Anne
Bradford. Sin duda. Y no es que Hopkins esté mal. Él representa el papel
que tiene que representar: el de serio galán inglés. Pero ella es la que lo
encuentra, la que vive y expresa con candorosas y efusivas palabras su amor por
los libros y aquella cuyas reflexiones acarician el sentido poético de la
literatura. Me despido con dos de ellas:
“¿No es precioso? Una primera edición,
querida. Tiene 100 años. No sé si me lo merezco con ese cuero tan perfecto y
esos grabados. Debería estar en una biblioteca en una gran mansión en la
campiña inglesa para leer junto a la chimenea junto a un sillón de piel y no en
un sofá que se cae a trozos en un cuartucho en un viejo edificio que se
derrumba.”
“Estuve tantos años soñando con
ir a Inglaterra... Solía ver películas inglesas solo para fijarme en sus
calles. Hace años conocí a un hombre que me dijo que las personas que van a
Inglaterra encuentran exactamente lo que van a buscar. Yo le dije que iría en
busca de la Inglaterra de la literatura inglesa, y él asintió y me dijo:
"Está ahí".”
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