martes, 22 de abril de 2014

Amar en tiempos revueltos

Nuestra primera historia comienza así:

“El individualismo romántico está muerto.  La historia lo ha destruido”.

Yuri Zhivago es médico y escritor cuyos poemas no tienen cabida en el escenario de una nueva Rusia que se transforma rápidamente. En la revolución no existe el individuo, inmortalmente representado a través de la poesía. Los sentimientos individuales a nadie les importan ante la perspectiva de una Rusia grande, fuerte y unida. Y se pretende que, la historia de amor que se narra en esta película a lo largo de 200 maravillosos minutos, tampoco lo tenga.
Al contrario que el gran Lawrence de Arabia, Yuri Zhivago no es un héroe. Es un hombre tranquilo y dócil que, mientras el mundo cae en ruinas a su alrededor, él se pasa las horas mirando, simbólicamente, por la ventana. Mirando como el mundo cambia sin que él haga nada por ello. Ni siquiera en su propia historia, un triángulo amoroso entre el que se debate, es capaz de tomar una decisión. Zhivago es arrastrado por el país, dejándose llevar, desapareciendo y reapareciendo entre las olas de sangre e injusticias, desencantos y horror. Sus poemas no interesaban en una época tan convulsa; y su historia de amor tampoco.
Como apunte cómico resaltar el momento en el que Zhivago se ve obligado a marchar en tren hacia occidente. En él darán con un hombre obligado a trabajos forzados que se define como “intelectual”. Y a la voz de un funcionario que le dice “¡Cállate, intelectual!” él responde: “Cállate tú, lacayo”  y a la voz de “¡Viva la revolución!” responde: “¡Viva la anarquía! ¡Lameculos, burócrata!”. Así, se proclama el único hombre libre del tren, el resto, mero rebaño.

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Para nuestra segunda historia viajaremos hasta Venecia, a principios del siglo XX.

Un compositor alemán en edad madura llamado Gustav Aschenbach viaja a la ciudad italiana para recuperarse de una crisis nerviosa. Se hospeda en un hotel donde entra en contacto con una noble polaca con sus hijos y criados. Su hijo Tadzio llama la atención de Aschenbach. Es un chico pálido y delicado, con largos cabellos rubios que parecen aludir o quizás profetizar alguna tragedia griega.
Él ha despertado en el compositor una admiración apasionada que acabará por apoderarse de él por completo, mientras una ola de cólera se propaga por la ciudad.

Los elementos de nuestra tragedia son claros y la cámara de Visconti retrata elegantemente la locura de un hombre en una ciudad invadida por la muerte.

La música que acompaña y la fotografía captan la atmósfera sensual, morbosa y trágica que emana de todos los rincones de la pestilente ciudad. En cada rincón se respira paz, la paz y la tranquilidad que preceden a la tragedia.
Pero lo que desencadena la tragedia es, en realidad, la música del propio compositor protagonista de la película: su frustración familiar, sexual y su frustración como músico empañan el tono de la obra. Su música nace muerta. Pero cuando Aschenbach reconoce su deseo, ya es demasiado tarde, pues él es ya un hombre envejecido con un cuerpo caduco, ha dejado escapar al chico joven y ve, al fin, la ciudad arrasada por la muerte y él en el centro de la misma.

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Concluimos nuestra historia viajando, como Zhivago, en dirección oeste, hasta los Estados Unidos. Allí nos encontramos a Jay Gatsby, en los años del modernismo americano.

Nick es un joven veterano de guerra que acaba en Long Island donde espera reposar y recuperarse de los horrores de la guerra. Desde su casa llegan a sus oídos los ruidos de las incesantes fiestas de un vecino suyo, un personaje misterioso al que todo el mundo parece fascinar pero que nadie ha visto nunca en persona. Un día, en una de sus fiestas, Nick descubre al enigmático personaje del cual acaba convirtiéndose en su escudero e iniciando una quijotesca cruzada para recuperar un amor que años atrás dejó escapar.
Gatsby encarna el sueño americano. Él conquista su objetivo, completamente idealizado, inventando una gran mentira. El sueño es una gran mentira y junto con su artífice reflejan la situación social que prosiguieron a los años 20: una década marcada por la irresponsabilidad y carencia de valores que dio lugar a una sociedad trasnochada, en la cual no había cabida para el sueño americano.
La versión cinematográfica más reciente, que tuvo un altísimo presupuesto y un gran diseño artístico, nos sumerge en este mundo de amor, lujo y abundancia (al más puro estilo de Buzz Luhrmann) el cual utiliza para destruir todos los mitos y fantasías estadounidenses. En su soberbia ironía, en su plano literario esta historia cuenta para muchos como la gran novela americana.

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