…y, de repente, uno
despierta en un lugar donde nunca antes había estado y descubre que está
encerrado.
Con esta premisa comienzan algunas de las películas sobre
gente atrapada. El género de dichas cintas suele variar en función del efecto
que se pretende, pero en su mayoría pertenecen al terror o a la ciencia
ficción, ya que el ser humano, en su concepción, no puede relacionar dicha idea
con un pensamiento cómico o romántico. Quedar encerrado es un temor que ronda
inconscientemente muchas mentes de seres que han nacido para ser libres y, por
lo tanto, agudizan los sentidos (y sentimientos) de quienes lo sufren: soledad
y dudas sobre la realidad, la existencia y la identidad son temas que este tipo
de cine explora.
Todo este catálogo de abstracciones metafísicas fue
relacionado con las matemáticas en la película Cube (1969), de Jim Henson así como en su remarcable remake
dirigido en 1997 por Vincenzo Natali. En ellas, un grupo de individuos de
diversos ámbitos sociales despiertan en un mundo de habitaciones con forma de
cubo del que deben escapar. Algunos de los habitáculos están totalmente
asegurados pero otros contienen trampas mortales. Están en un universo creado,
pero, a diferencia del nuestro en el que vivimos, lo importante no es averiguar
quién lo creó, sino cómo escapar o, en otras palabras, cómo sobrevivir.
Abraham Maslow, en su obra Una Teoría Sobre la Motivación Humana, explicaba con una pirámide
cómo el ser humano va desarrollando nuevas necesidades conforme se van
cubriendo las básicas. Pero los habitantes del cubo aún no han resuelto lo
fundamental: su supervivencia y libertad.
Uno que si que consiguió tal libertad y que ahora anhela
escalar en dicha pirámide es Min-Sik Choi, el protagonista de Oldboy (Park Chan-wook, 2003), un hombre
que permaneció encerrado en una celda durante 15 años sin saber por qué. Un
día, Choi es puesto en libertad sin tan siquiera recibir explicaciones.
Entonces es cuando el hombre reanuda su ascenso a la pirámide y comienza a
investigar quién y por qué lo retuvo durante tanto tiempo. La obra capital de
Park Chan-wook es una pieza trágica en toda regla. Al igual que Edipo firma su
sentencia al querer saber más, el protagonista de Oldboy repite el error que precipita la tragedia. Los tintes
incestuosos que envuelven la tragedia de Sófocles salpican la película del
realizador surcoreano que brinda así su “bello” homenaje al clásico griego.
Otro acercamiento al tema del aislamiento y los espacios
cerrados lo encontramos en El Ángel
Exterminador (Luis Buñuel, 1962). La burguesía, para Buñuel, era una clase
social cerrada, endogámica, con una mentalidad muy primitiva y poco formada
culturalmente que solía desembocar en la paranoia y el delirio, de ahí el corte
surrealista de la cinta. El Ángel
Exterminador es un ejemplo de la degradación de las clases sociales que se
encierran en sí mismas llevado a la práctica de una forma brutalmente literal:
después de una copiosa cena, los ilustres invitados descubren que no pueden
abandonar la casa, viéndose obligados a permanecer en el interior. Yéndonos al
plano histórico y biológico del ser humano, no pocas casas reales han dado al
mundo descendientes con deficiencias tanto físicas como mentales por su
endogamia. El hijo bastardo del conde de Gloucester en King Lear, de William Shakespeare, incitaba a la oxigenación de la familia
como motivo para optar al cargo en detrimento de los herederos legítimos.
En el cine infantil, por otro lado, el síndrome de Peter Pan
puede ser interpretado como un espacio cerrado, el doméstico, el imaginario,
del que un niño debe liberarse si quiere hacerse mayor. Dentro del Laberinto (Jim Henson, 1983) narra la historia de una
niña que se ve obligada a abandonar el hogar y afrontar la realidad, la cual se
presenta, para ella, distorsionada, en la que nada es lo que parece y muy poco
tiene que ver con lo que ella tenía preconcebido.
Volviendo al cine de adultos, uno de los hitos españoles por
excelencia de los años 70 fue La Cabina,
dirigida por Antonio Mercero y en la que muchos quisieron leer una metáfora
sobre el régimen franquista, que en aquellos momentos (1972) andaba dando sus
últimos coletazos. José Luis López Vázquez se pone en la piel de un hombre que
queda atrapado en una cabina de teléfono y que se ve incapacitado, curiosa
ironía, para comunicarse con el exterior. Esta anécdota convertida en pesadilla
conecta directamente con nuestros temores más primitivos: la incomprensión, el
fracaso de la comunicación o, incluso, la desesperanza de la sociedad actual.
Algo parecido sufriría Ryan Rynolds en Buried
(Enterrado, 2010) de Rodrigo Cortés,
pero esta vez con verdaderos motivos para preocuparse: en el trasfondo, el conflicto
civil armado en Irak.
Por último, cuando hablamos de personas atrapadas,
encerradas, no podemos evitar pensar en una recurrente metáfora: esa de la
araña y su presa. En el cine, en la mayoría de los casos, la imagen de la araña
se traduce en un psicópata. Podemos pensar en El Silencio de los Corderos, Saw, Misery o El Coleccionista, entre otras muchas películas ciertamente turbadoras
y recomendables.
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