domingo, 10 de febrero de 2008

Dr. Strangelove, or how I learned stop worring and love the bomb




Empecemos desde el principio:

Un general loco de remate y con sed de energía nuclear (como diría monty burns), desoyendo a sus superiores, decide por su cuenta liar la de Dios: mandar a todos los aviones bombarderos que tiene a su alcance a atacar la URSS.

Otro comandante (¿o era un piloto?) aún más loco que el primero, desde su respectivo avión, se decide a soltar la bomba... pero hay un problema: ésta no cae. Así que ni corto ni perezoso decide él mismo ir al compartimento de la bomba a ver qué corchos pasa (eso sí: sin desprenderse de su sombrero de cow-boy). Al final la bomba acaba por desprenderse de tu "atadura" y termina por caer al país de los soviets de la manera más cuiosa imaginada: con el piloto montado encima, vestido de cow-boy y gritando con euforia y frenesí.

Hoy nos toca Stanley Kubrick: aquel gran director de cine que, a fin de cuentas, no era ni mas ni menos que un "cachondo mental" que discutía con todos los que se le ponía por medio (como Stephen King o la autora de La Naranja Mecánica, ahora no recuerdo bien el nombre).
Entre su no corta filmografía destacan títulos insólitos e históricos para el cine como "La naranja mecánica", "El resplandor", "¿Teléfono rojo?: Volamos hacia Moscú", "La chaqueta metálica", "2001: Una odisea en el espacio" o "Eyes Wide Shut", esta última póstuma. Todas ellas, de obligatorio visionado para todo amante del cine, han sido, ante todo, reivindicativas, y nos han dejado una estela de momentos inolvidables, como la cabeza diabólica de Jack Nicholson asomando por la puerta, los chicos de la naranja mecánica en el bar bebiendo ese blanco brebaje o, sin ir más lejos, la escena anteriormente descrita perteneciente a "Dr. Strangelove..." que fué traducida como "¿Teléfono Rojo?: Volamos hacia Moscú".

No hay comentarios: