Injustamente tachado de
misógino, el polémico Lars Von Trier es uno de los directores actuales que más
ha ahondado en la compleja psique femenina. Hoy os ofrecemos un acercamiento a
su filmografía, organizada en trilogías, desde el punto de vista de la mujer.
TRILOGÍA DEL CORAZÓN DE
ORO
(Compuesta por Rompiendo las Olas, 1996; Los Idiotas, 1998; Bailar en la Oscuridad, 2000)
Rompiendo las Olas es
la primera película del director danés en la que la dirección de actores cobra
especialmente importancia. Su protagonista, Bess, una mujer profundamente
religiosa, se debate entre lo que debe hacer y lo que la sociedad opina de ella.
Pero su elección la lleva por un via
crucis personal que se materializa en el martirio y la exclusión social.
Las olas es un término utilizado por la literatura feminista para expresar la
lucha en contra de los dogmas sociales (las mareas, el mar): romperlas es un
acto de rebelión y valentía que no suele atisbar nada bueno en su simbología,
pues se lucha en contra de unas estrictas leyes establecidas. La protagonista
de Los Idiotas, Karen, afronta el
mismo problema. Ha vivido toda su vida según las convenciones sociales de su
época. Pero es al descubrir a un grupo de amigos que viven en una comuna
anarquista desafiando constantemente a la sociedad cuando vive su particular
despertar.
Los
Idiotas nos deja un sabor amargo acerca del poder de los
soñadores en una sociedad cuadriculada. Pero Lars Von Trier rompe esta cuadrícula
con Bailar en la Oscuridad, su musical
galardonado con la Palma de Oro en el festival de cine de Cannes en el año
2000. En esta, Björk interpreta a Selma, una madre inmigrante que lucha
contrarreloj para salvar a su hijo de una ceguera inminente mientras que ella
misma va perdiendo la vista. Su condición de mujer, madre soltera e inmigrante en un mundo patriarcal y corrupto (véase el personaje del policía), la convierten en una víctima fácil y precisamente el realizador danés se empeña en hacernos ver de las dificultades que una persona en desventaja puede sufrir en la vida. Consciente de que vive en un mundo hostil, para
evadirse, Selma sueña que está en un musical porque, según ella “en un musical
nunca ocurre nada terrible”. Y menos, pensamos, si eres la protagonista.
El título que el
realizador danés asignó a esta trilogía
hace referencia al carácter noble y estoico de sus heroínas y está inspirado en
un cuento de su infancia en el que una niñita muy buena daba tanto de sí misma a los demás
que acababa por gastarse. Las protagonistas de las tres películas poseen un
matiz bondadoso, inocente e ingenuo propio de los cuentos de hadas y que se
encuentra en las tres películas en sonoro contraste con el mundo real en el que
viven. Y es siempre este desnivel entre dichos mundos y, en el caso de Selma,
el darwinismo social, lo que desencadena la tragedia.
TRILOGÍA DE ESTADOS
UNIDOS, TIERRA DE OPORTUNIDADES
(Compuesta por Dogville, 2003; Manderlay, 2005; Washington,
aún sin producir)
América como una tierra
de oportunidades, como reza el subtítulo de la trilogía y, en general, el dicho
popular, es una idea anclada en una mitología nacional profundamente arraigada
en la mente colectiva de un país fundado sobre culturas y religiones machistas
y patriarcales, basadas en la desigualdad.
Esta parte de la obra
de Lars Von Trier presenta la verdadera naturaleza hipócrita del mito y de su
sociedad a través de los ojos de una mujer: Grace. Los Estados Unidos de
América se fundaron bajo las bases del capitalismo, un sistema en el que,
aparentemente, cualquier persona empezando de cero podía hacerse un lugar en el país. Pero Lars
retrata un lugar donde los más desfavorecidos son excluidos del sistema: los
esclavos, los inmigrantes… y la mujer. Así denuncia el papel secundario de esta
en la historia del país posicionándola, irónicamente, como protagonista en las
dos películas que componen, de momento, esta trilogía, y liderando una
revolución social en los dos espacios en los que cada película transcurre: los
pueblos de Dogville y Manderlay.
El nombre de la
protagonista nos sugiere la palabra “gracia”, un adjetivo atribuido a seres
divinos, como los dioses. Así la protagonista se muestra, al llegar al pueblo de
Dogville, como un ser bondadoso, comprensivo y fiel a todos sus habitantes. No
obstante, conforme se va sucediendo la película, los habitantes del pueblo van
mostrando sus verdaderas caras y acaban por engañarla, abusar de ella,
torturarla psicológicamente e, incluso, violarla. Es entonces cuando esta
muestra su otra cara, esa más agresiva y vengativa.
La dignidad es un
atributo humano, según Homero, y Lars lucha junto a la mujer para poner a todos
y a cada uno de los personajes en su lugar. El devastador final nos muestra la
poética venganza de Grace, que extermina al pueblo dejando sólo con vida al
perro: el único de todos los habitantes que siempre se mantuvo fiel a ella. Ella
actúa como un ser todopoderoso haciendo pagar al pueblo con sus pecados,
impartiendo justicia divina. Pero el final es ciertamente ambiguo: ¿es la mujer
tan hipócrita como los demás habitantes o solo ha hecho justicia? ¿Es dicha
justicia excesiva? ¿Ha triunfado la violencia por el fracaso del diálogo y, por
extensión, de la democracia?
TRILOGÍA DE LA
DEPRESIÓN
(Compuesta por
Anticristo, 2009; Melancholia, 2011; Nymphomaniac, 2013)
Desde su estreno, Anticristo es criticada por sus escenas
violentas y calificada de machista. La película narra la historia de
recuperación de un matrimonio tras la pérdida de su hijo. Este tratado sobre la
pareja ahonda en una visión histórica y bíblica sobre las relaciones de género.
Aquí se confrontan dos mundos, representados por sus protagonistas, los cuales
carecen simbólicamente de nombre. Son sencillamente llamados “hombre” y “mujer”
y situados en medio de la naturaleza, donde deben superar su particular “pecado
original”. El hombre, en este caso, es psiquiatra, y representa la mente
racional que se rige por el tiempo objetivo, el reloj, y la ciencia; ella
representa la parte emocional, se rige por las estaciones, esto es, por los
ciclos de la naturaleza. La naturaleza en la película es un reflejo del estado
anímico de la mujer: resalta su fuerza, su poder y, desde luego, la falta de
control, lo que se materializa en la violencia y el surrealismo que inundan la
película y que le confirieron ese calificativo de “misógina”. Aunque lo cierto
es que la película encierra muchas ambigüedades. Por ejemplo, muchos vieron en
el episodio en el que ella se amputa su sexo un motivo de misoginia mientras
que otros lo juzgaron como un gesto de liberación.
La mirada del hombre hacia la mujer
se extrapola a siglos y siglos de historia y convivencia que acogieron
episodios tan fatídicos como la caza de brujas. Un tratado sobre este tema es lo que el hombre en la película descubre en el
ático de la cabaña, un lugar recurrente donde se solía encerrar a las mujeres a
las que se tachaba de locas o histéricas (véase Jane Eyre o The Yellow
Wallpaper) cuando no se quería realmente entender sus puntos de vista y sus libertades.
Como el cine metafísico
de Andrei Tarkovski, director ruso al cual está dedicada esta última cinta, las
películas del director danés mezclan a partes iguales lo pastoral y lo trágico,
lo mundano y lo cosmológico. Sus fotogramas recogen gente común, pero de la
pantalla rezuman ecos de las mayores tragedias griegas. Esto queda
perfectamente representado de forma directa con Medea, su filme para televisión de 1988 que adapta la tragedia de
Eurípides, y, de forma indirecta, con Melancolía,
segunda parte de esta trilogía. En ella, Justine vive su particular drama,
individual, ajeno a cualquier persona. Ella sufre de melancolía mientras que un
extraño planeta se acerca a la Tierra amenazando a toda la humanidad. Así se
evidencian los rasgos universales del sentimiento que lleva por nombre la
película. Todo se debate entre el drama individual y la tragedia colectiva,
demostrando así su director que las grandes tragedias, las grandes caídas,
están al alcance del personaje más ordinario.
La película resulta
ser, en definitiva, un gran cuadro expresionista donde se pinta una gran
paradoja humana que recogía F. Scott Fitzgerald en su obra El Gran Gatsby y que recoge el sentimiento de melancolía: “el
momento más solitario de la vida de una persona es cuando está viendo cómo su
mundo se desmorona y lo único que puede hacer es quedarse mirando fijamente”.
Joe, la última
protagonista femenina del director, probablemente sea la más rebelde de todas
sus heroínas. La tercera parte de la trilogía de la depresión, titulada Nymphomaniac y dividida en dos partes,
es un tapiz de vivencias y confesiones en el que Joe, una mujer de 50 años que
es recogida de la calle por un anciano judío, narra el turbador relato de su vida.
Abiertamente sexual y explícita, la película fallará ante las expectativas de
quien piense que va a asistir a un filme erótico. Joe se autodiagnostica
ninfómana, pero sus vivencias se acercan más al estilo cómico y moralmente
ambiguo de Las Mil y Una Noches que al sexual de Garganta Profunda.
En esta trilogía, Lars
Von Trier realiza una despiadada deconstrucción de los mitos religiosos del Antiguo
Testamento donde la mujer era vista en muchos casos como un ser violento y
sexual. Así, Joe intenta huir de esta enfermedad, la cual según ella ya tenía
en su más tierna infancia, quizás fruto de ese pecado original del que ella no es culpable. La lucha de Joe
así como el resto de protagonistas de esta saga por superar sus problemas está
inspirada en la realidad del director danés, aquejado de depresión crónica,
manías persecutorias, fobias y un sinfín de peculiaridades que conceden a su
obra un toque aún más personal.
No cabe duda de que los
personajes femeninos de la obra de Lars Von Trier son profundos y complejos y
difieren mucho entre sí. No obstante, todas ellas mantienen un lazo común: su
inconformismo, reflejo del inconformismo propio del realizador danés. La riqueza
de matices de los personajes, casi siempre femeninos y en claro liderazgo, y sus puntos revolucionarios, entre otros factores,
influirían sin duda en la cantidad de premios que hasta la fecha han sido
otorgados a su director y, cómo no, a las actrices que con muchísimo talento se
pusieron en la piel de sus heroínas.
Volviendo a Homero, las
películas de Lars Von Trier son como una gran batalla épica de mujeres
guerreras: cada una tiene su motivo y su momento de gloria, y luego perece para
dejar paso a otra heroína. Como Aquiles, todas ellas tienen algún punto débil,
pero tenaces y bravas habrían de poner al mundo patas arriba antes de sucumbir.